La reflexión ética ha tenido como centro y fuente de inspiración la praxis de los seres humanos; los autores que históricamente sistematizaron la teoría ética, lo hicieron desde su propia subjetividad, desde la auto reflexión; pocas veces trascendieron el plano intersubjetivo, de la relación con el otro. En este sentido, se habla de ética antropocéntrica. Conceptos como vida, justicia y libertad son aplicables exclusivamente a los humanos. Merece la pena mencionar, que la intención no es menoscabar o disminuir lo humano, sino desde lo humano, generar un nivel conciencia que traspase los límites de lo estrictamente humano. Se necesita fomentar en la sociedad mundial una nueva racionalidad, cuyo objeto sea concebir el ecosistema como un ente integral, necesario para supervivencia de los seres que cohabitan la tierra.
La ética antropocéntrica de alguna manera, subvalora la naturaleza; quizá muchos de los que la promueven hayan sustentado
sus propuestas en principios importantes como la felicidad, justicia etc. Otros,
erróneamente, interpretan literalmente la Sagrada Escritura; “someted la tierra y dominad sobre todo lo que
vive y se mueve sobre ella” (Gen 1,28). Ahora bien, la ética debe refundarse y tomar como punto de
partida la comprensión de lo global, una ética que refleje el auténtico
sentido de la experiencia de la vida en el ecosistema, que represente una
alternativa ante el desafío del cambio climático, que sin duda, amenaza la
existencia de todos los seres. La
naturaleza, ha manifestado varios signos de la magnitud de la catástrofe mundial
que puede provocar el cambio climático; Chile vivió el evento más reciente, en
abril de 2014, un terremoto de 8.3 grados en la escala de Richter producto de
un tsunami, dejó pérdidas humanas, cientos de heridos y daños por varios
millones de dólares. Debemos anular la pereza intelectual y ética de no querer
saber la importancia que tiene la preservación del ecosistema.
Es en este escenario, donde surge la visión de una
ética ecológica; “si no queremos
ser expulsados de la Tierra por la propia Tierra, como los enemigos de la vida,
entonces, cumple cambiar nuestro comportamiento hacia la naturaleza, pero
principalmente acoger a la Tierra” (Leonardo
Boff). Estas palabras expresan el veredero sentido de la ética ecológica, nos
muestran la necesidad que tenemos de crecer como personas, de respetar
realmente la vida y a la naturaleza.
Si
revisamos un poco, la bibliografía de San Francisco de Asís, veremos que fue un
gran amante de todos seres que coexisten en el gran hogar, la tierra; se hizo hermano del sol,
de las estrellas, del viento, de las nubes, del agua, del fuego, de todo lo que
vive, y hasta de la muerte. Algunas culturas étnicas también lo vienen
haciendo, conciben la naturaleza como una entidad digna, en la cual el concepto
de vida, de justicia y libertad son sus valores intrínsecos. Leonardo Boff en
su columna semanal afirma que “la Tierra no contiene simplemente la vida. La
Tierra es un superorganismo viviente, denominado por los andinos Pachamama y por los
modernos Gaia, el nombre griego para la Tierra viva”.
Los intelectuales
junto a los tecnólogos y políticos, deberán diseñar un verdadero proyecto
ecológico democrático mundial, que ofrezca alternativas energéticas realmente
sostenibles. Los principios de la solidaridad, cooperación y responsabilidad
serán fundamentales para superar juntos el flagelo del cambio climático.
Construyamos juntos un genuino desarrollo humano integral.
Por: Prof. Samir Alarbid.
Universidad Católica Cecilio Acosta
Cuenta oficial Twitter: @samiralarbid
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