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 «Preservar la libertad»: Apreciación desde la Filosofía Política 

 «Preservar la libertad»: Apreciación desde la Filosofía Política 


 

        Hay quienes piensan que la filosofía no tiene mucho que aportar a nivel práctico en la actividad política actual, sin embargo, asumir este tipo de postura es totalmente errada desde todo punto de vista. Al repasar la historia del pensamiento político occidental se encuentra a filósofos como Sócrates, Platón y su obra «La República» donde plasma su teoría del ‘Estado Ideal’ y Aristóteles y su magistral obra «La Política» donde trata la incursión y corresponsabilidad del ciudadano en la vida pública. En la Edad Media El maestro San Agustín de Hipona y su teología política en «De Civitas Dei», Santo Tomás de Aquino y teoría sobre la monarquía. En edad Moderna Nicolás Maquiavelo «El Principe» Thomas Hobbes y el «El Leviatán», John Lock sus «Tratados sobre el Gobierno Civil», Juan Jacobo Rousseau y «El Contrato Social». Sólo por mencionar algunos. Estos autores, estás obras, demuestran que el debate de lo público, la crítica a la cultura y todos los asuntos de orden ético social han sido y son temas medulares dentro de la reflexión filosófica.

    ¡Libertad! condición inalienable de todo ciudadano y debe formar parte de nuestro sentido moral común. Los intelectuales debido a sus concomimientos de las ciencias humanas, de la historia de las ideas políticas y económicas, están indubitablemente comprometidos con ‘la polis’ y deben ser útiles políticamente para sus conciudadanos. Los intelectuales deben observar los acontecimientos específicos particulares que tienen lugar en el propio país e impedir que los demagogos, frenéticamente, agiten a las masas a cumplir acciones que terminan respondiendo a intereses particulares o de un ‘grupete’ con pretensiones ‘antipolis’. El llamado es a ser agentes cuidadores y no sólo espectadores de los acontecimientos sociales que puedan surgir en contra de ‘la libertad’. No se debe dejar el campo abierto a los demagogos, se necesita promover el nivel de educación en los individuos, desarrollar pensamiento crítico con la finalidad de distinguir entre argumentos legítimamente lógicos y los argumentos «meramente retóricos» y así evitar sesgos en el juicio crítico de la valoración política. El fin de la política es garantizar el mayor espacio posible a la vida privada.

     ‘Libertad y tolerancia’ son las virtudes más altas a la que debe aspirar una sociedad, y deben ser principios fundamentales a la hora de afrontar cambios sociales. Para construir una sociedad con sentimiento de comunidad, Igualdad de oportunidades, donde se garanticen los derechos civiles debe existir ‘decencia política’. También es importante concientizar sobre «el uso del lenguaje político», sustituir la palabra ‘revolución’ por ‘reforma’ podría significar un gran inicio. Si bien es cierto, los pobres son la gran mayoría y se debe evitar que los ricos esclavicen bajo la figura laboral a los pobres. En la medida que un país mejore las condiciones materiales de la vida se espera que los ciudadanos sean más ‘decentes’. Ciencias económicas y política deben estar entrelazadas para lograr este cometido, pero es necesario estar sobrios y desembriagarse del llamado ‘romanticismo socialista’ y del ‘utopismo revolucionario’.

    El camino no es dividir a la sociedad entre justos y pecadores para así encontrar un chivo expiatorio a quien el gobierno de turno culpe de los desmanes de corrupción de los sagrados recursos de una nación. Si se quiere forjar un país se debe elevar el nivel educativo de los actores directos de la política para estos asuman el compromiso de mejorar las condiciones educativas y garanticen el estado de derecho. Los políticos deben contrastar sus ideales con realidad social abandonar toda ideología que intenten socavar los principios de las sociedades democráticas del mundo. Sin utopías retóricas (demagogía) se podrá hacer política cuyo núcleo sea el crecimiento de la vida y el fortalecimiento de los valores democráticos.

 

 

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