A propósito de la Encíclica Laudato Si del papa Francisco y de la vigésima primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático París 2015.
La
crisis ambiental, en definitiva, es un problema esencialmente moral, de allí,
la crítica a la reflexión ética antropocentrista y la necesidad de reconstruir
los presupuestos ético-morales tradicionales. Por eso, la necesidad de una
ética ecológica. Con razón lo declaró el papa Pablo IV en el Discurso a la FAO en su 25 aniversario (16 noviembre 1970): AAS 62 833, cuando afirma que:
“los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más
sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados
por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el
hombre”. El deterioro ambiental
equivale al deterioro humano, el progresivo deterioro de la moralidad humana se
proyecta en el deterioro del ambiente. ¿Cómo afrontar la crisis ambiental y el
cambio climático? Es importante abordar el problema desde una perspectiva
optimista, la actitud pesimista frente al cambio climático terminará liquidando
cualquier intento o acción para lograr un mejor futuro para la humanidad.
Año 2015 y La Organización Mundial
de las Naciones Unidas (ONU), nuevamente
se ha dado cita, esta vez en Francia. París será la ciudad donde un sector importante
de la comunidad humana debatirá sobre los grandes retos del cambio climático. Deberán
concretar los nuevos acuerdos y/o lineamientos político-económicos
internacionales, que garanticen una nueva forma de desarrollo humano, más
eficiente y amigable con la naturaleza.
La (ONU) ya ha comprendido que el problema
ambiental dejó de ser, desde hace mucho tiempo, un problema local y se ha
convertido en un asunto de interés global. Si se quiere tener éxito frente a la
crisis climática, se deberán desarrollar políticas globalizadoras -las
políticas aisladas, tendrán un impacto débil y poco efectivo- sobre todo
aquello que hagamos para mejorar las terribles condiciones a que hemos llevado
al ambiente. Todos coexistimos en la madre tierra, de manera que la
responsabilidad sobre el manejo y la explotación de los recursos naturales
recae sobre todos. El aprendizaje moral es la clave; crear conciencia ambiental y nueva racionalidad frente a los
riegos del cambio climático podría contribuir a resolver el grave problema.
Además,
recientemente, el papa Francisco publicó una nueva encíclica que titula Laudato Si’, en la que manifiesta la gran
preocupación de la Iglesia Católica por el problema ecológico. En mi anterior artículo
titulado Religión y Medio Ambiente,
manifesté mi convicción sobre la importancia que tienen las instituciones religiosas
en la promoción y disfunción del compromiso moral que tenemos con el ambiente.
En la encíclica Laudato Si’, el papa Francisco
advierte que “el desafío
urgente de proteger nuestra casa común, incluye la preocupación de unir a toda
la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” n.13. La
tierra es una “casa común” y la problemática ambiental la resolveremos en la
medida que el carácter asociativo de la humanidad sea entendido como la única vía para
solucionarlo. El cuerpo humano es un micro cosmos compuesto de todos los
elementos que se encuentran presentes en la tierra, de manera que, estamos
conectados desde lo más profundo de nuestro ser con todo lo que existe en ella.
Se
hace urgente el diálogo entre los diversos científicos que, en las diferentes
áreas del conocimiento, deben buscar las vías más idóneas para regenerar
nuestro ecosistema. Impera la necesidad de discutir sobre las raíces más
profundas del problema ecológico y desde allí, actuar para mejorar. Es
apremiante hablar de conciencia ecológica, hablar de ecología integral, y que
lo político, lo científico y lo económico giren en torno a la protección del
ambiente.
El
problema ecológico y el incremento de la pobreza mundial
Una
de las posturas del papa Francisco en la encíclica Laudato Si’, como recurso indispensable para la protección del
medio ambiente, es erradicar
la pobreza y hacer frente al desafío del cambio climático. La pobreza humana, paradójicamente, es resultado de la
cultura depredadora hacia los recursos de la naturaleza, de los cuales se termina
favoreciendo, un grupo muy reducido de personas. Si la casa es común, entonces,
los recursos naturales deben ser usados de forma sostenible y equitativa, con
la finalidad de satisfacer las necesidades de todos los seres que conforman la
biodiversidad de la casa.
Otra clave será, educar y moldear
hábitos favorables a lo sostenible, sustituir el relativismo práctico, la cultura
del desecho, del descarte, por la consciencia del reciclaje. La tecnología, la creatividad,
tienen como meta, a partir de la investigación científica y responsable, el buscar
las vías necesarias con el objetivo de apaciguar el cambio climático y caos
ecológico. Cuando sucumbe el medio donde habitamos, o la casa común -como lo
llama el papa Francisco-, entonces está sucumbiendo la raza humana. La falta de
ética ecológica desemboca en el trato criminal a los suelos, cuando cometemos
un crimen a la naturaleza, estamos cometiendo un crimen contra nosotros mismos.
Es urgentísimo diseminar, por todos
los rincones de la tierra, una nueva concepción del mundo, que garantice las
nuevas formas de relacionarnos con el
otro y con lo otro. Promover la
espiritualidad ecológica es una idea fundamental. Ser uno con la naturaleza
será el objetivo a lograr en la formación de las futuras generaciones. Todos y
cada uno debemos ser agentes de cambio y transformadores de los entornos donde
nos desenvolvemos. La responsabilidad ambiental debe ser asumida desde lo
colectivo. Cada acción genera una reacción. En la medida en que moderamos y
educandos la conciencia ambiental, estamos contribuyendo a mejorar el ambiente donde
existimos y coexistimos. Teoría y
práctica. No limitarse al discurso ambientalista sin acciones concretas. Descubrir
el verdadero sentido de la vida será el mayor de los retos para poder enfrentar
el tema ecológico. El sentido del bien común es clave.
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